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sábado, 6 de noviembre de 2010

POEMAS DE DANIEL FREIDEMBERG (ARGENTINA)



COMO LA MONEDA TIRADA EN LA CALLE...


Como la moneda tirada en la calle, como la
moneda gastada y
variada en color,
como eso que antes era una moneda y hoy
pregunta por nosotros.
La historia está por empezar, los temas
contra esa escena se apelmazan
y no hay tristeza ni alegría especialmente, no hay
sino formas durando
que esa moneda ya no compra ni paga.
Ella está aquí para otra cosa
y eso nos basta, digo yo.

 SI ALGO QUIERE DECIR ESE BREVE MANCHÓN (LA MOSCA)...


Si algo quiere decir ese
breve manchón (la mosca
posada junto al plato)
yo no lo sé:
antes creía saber, pero las cosas
pasaron de otro modo.
Ahora digo "mosca" y es bastante:
ni ella responderá, ni la palabra
se acercará a tocarla
ni yo sabré algo más.
Y aunque esa forma ajena
se vaya volando,
la palabra está acá
llena de pelos, oscura, intratable.

 ESO QUE TRATA DE CRUZAR LA CALLE...


Eso que trata
de cruzar la calle es
una cucaracha
literalmente
No hay odio ni hay
desprecio
bajo el sol:
cosas que brillan
y otras no,
convexidades, ángulos.
No el amor fue hecho aquí,
tampoco la guerra,
sí modos de nombrar
alrededores de la guerra o el amor
como quien tienta
la consistencia de las cosas.
Y aquellos seis
puntos negros en
el muro, son
marcas de balazos
aunque parezcan aves
volando sobre un cielo gris.



EN EL CHARCO DE LA LLUVIA, EL TROZO ARRANCADO DE UN CARTEL....


En el charco de lluvia, el trozo arrancado de un cartel
no termina de hundirse.
No el amor fue hecho aquí,
tampoco la guerra.
Sí modos de nombrar
alrededores de la guerra o el amor
como quien tienta la consistencia de las cosas o ama.
El aire mueve por momentos reflejos,
toques de quietud cambiante
que la mirada ronda como un perro marrón.
"¿Esto nomás?" preguntan
los que antes eran ángeles
y ahora ni cuervos son.
Azul negruzco, blanco y rojo sangre
sobre colores de cielo nublado.
"Y el tránsito apiñarse vi,
como manadas
marchando en el río del tiempo,
como si nada ya tuviera fin.
Como si nada ya tuviera fin,
como si al fin nada estuviera esperando."




MARCHANDO EN EL RÍO DEL TIEMPO, EL TRÁNSITO...


Marchando en el
río del tiempo, el tránsito
como manadas,
como si nada ya tuviera fin,
como si nada ya, como si al fin
nada hubiera esperando:
las migraciones del salmón,
la ley oscura en el ADN del reno.
Música de motores al fondo del mundo.
Como un borracho que busca incorporarse
en la aridez de una madrugada infinita, el alma
sale a mirar lo que ella no es.
O al modo de una chica
recién levantada
dando unos pasos
en el aire
de la mañana de diciembre
o temerosa de diciembre
que manda sus bloques de luz.
"Esto es lo real":
motores al fondo del mundo,
la luz.
Aves negruzcas (dos palomas) en la reja
se asustan y salen volando.
No hay conclusiones: algo estaba y ya no.

 JUNIO



Ahora que fuimos arrojados,
gracias a Dios, del Paraíso
vemos pasar dos autos (uno
celeste, uno negro), una camioneta roja, una
enorme hoja de diario arrastrada
por un viento real
y, a nuestros pies, un bicho color tabaco
en el instante mismo de entrar en la muerte.
"Señor por qué me abandonaste" alguien dijo.
"Porque Yo no existo". Anoche, entre el
caer de una lluvia monótona, oí
bajos eléctricos y percusión y gritos.
"Como una despedida", pensé, "de qué". Eso que era un diario,
como llevado por las fuerzas del mundo,
cruzó la calle. Quieto, ahora, contra una pared,
no significa nada. Vemos también
plumas de ave gris, papelitos, cualquier cantidad de papeles.

 JULIO



Rojo el cartel, con letras (“uruguay”) blancas
y rojo también el asiento y el
cesto, por así decirlo, para papeles.
Felicidad del rojo intenso sobre el gris,
un rojo como de sangre, y sobre el rojo el blanco.
Igual que pétalos a punto de marchitarse, rostros
que el tiempo arrastra, como me arrastró
hacia este borde o filo de lo real
donde las cosas pasan
una tras otra, a horarios regulares.




JULIO

Igual que pétalos en
una rama húmeda,
esos rostros
que la corriente arrastra
rumbo a la mar que es el morir.




OCTUBRE



Lluvia lenta y charcosa, hoy.
Dos autos rojos sobre el gris
y, por supuesto, taxis.
Hace un año, mi padre, su
gran cuerpo inocente en una clínica de extramuros,
me daba algo a saber. Soy
ese que pasa ante vidrio iluminado, ante
plástico blando, hierro pintado y mármol
como quien siente algo que llueve atrás: palabras
(“Oro”, una palabra: tres letras en papel fluorescente).
Ahora, arribado al fin a esta planicie del cosmos, puedo ver
algunas cosas: charcos,
hojas de paraíso en la luneta de un dodge,
dos “o” y una “r” fluorescentes, mármol, plástico y
cielo entre el agua, etcétera,
como quien dice “esto era todo”.
¿Esto era todo? Uno: ni azar ni error,
ni el cumplimiento del mandado de nadie. Dos:
saliva agolpada en la boca, tensión muscular.
Tres: manchas, rostros (¿igual que pétalos
en una rama húmeda?). Cuatro: esta ciudad
vulgar en la que vivo
es la misma en que amé y no creí ser amado. Cinco:
de la violenta madrugada, estas paredes
tienen fosforescencias como de mar, una
palabra me inquietaba, o dos. Seis:
lo que llamaba “el corazón”. Siete: la carne,
eso que está, no el alma, eso que al final
se retira y se aplana, terreno de nadie.

 NOVIEMBRE



Una mujer una clochard se
bañaba una mujer clochard
se bañaba en
una fuente pública
clochard
se bañaba a la luz
plena de la mañana
Santiago de Chile en
malla de baño a la
mañana clochard
de Santiago en la fuente
bañaba ella se bañaba en
malla de baño clochard roja y verde pública.

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