Buscar en este blog

lunes, 4 de octubre de 2010

POEMAS DE SERGIO BADILLA CASTILLO (CHILE)




HOY ME DECLARO REY DE SNAELAND


Hoy me declaro rey de Snaeland,
en la espesa bruma que ciega la bondad de los ojos
ante las piedras quietas que fueron arrancadas de su sitio
para ocultar la huella de los que se fueron en la tierra.
El trueno sonó repetidamente en la oquedad del silencio
rompió la humildad visible de todos los cristales
y los años se hicieron inciertos para aplacar la terquedad
de la memoria.
Muchos callan sus bocas o dan vuelta la espalda
desean recurrir a la lógica del recuerdo que se pierde,
a la solemnidad del buitre cuando alcanza las alturas,
pero que aún así, se nutre de horror en su rapacidad de ave.
Las playas siguen siendo arenales,
donde se esconde la vergüenza de los cuerpos sin rostro.
El oso avista una vez más, bestialmente a su presa
entre las rocas,
sin embargo, su zarpazo no tendrá la misma fuerza que antes.
Mi casa está todavía, me dicen, en la vecindad humilde
de las bajas lumbres,
donde se refleja el vértigo de la totalidad del universo,
en la intransparente oscuridad de los rincones.
Equivocado así pues, en la duda, seguiré siendo el extraño,
el ingenuo, el absurdo, el pendenciero.
Vuelvo entonces de un país con un nombre
que se queda asido con la prontitud de los labios,
siendo un desconocido paria.
Cuento historias, me escuchan los viejos,
otros relatan con magnitud, la relación de sus propias epopeyas,
y nos cansamos de escucharnos
hasta que explota, llena de luz, el alba en mi cerebro.
Alguien dice que los vientos aún arrastran la muerte
que el inclemente ya no pertenece a este antiguo vecindario:
Aún así, hoy me declaro rey de Snaeland,
del suelo que se mantiene verde todavía, a pesar de la tristeza,
cuando mis padres dejaron los ruegos y me hablaron con furia
para conocer de donde proviene tanto dolor inconsolado.
Fueron otros los que esquivaron la mirada a la intensidad
del fuego
y mis pasos torcieron súbitamente su rumbo, fiordo arriba,
con mis hijos, con Ture y sus hermanos
donde la soledad se esconde silenciosa detrás las estrellas.
Hoy me declaro rey de Snaeland.
Un relámpago invernal intenta arrebatarme la certeza de mí
lengua.
Se desvirtúan los años en la raritud de otro suelo
y pienso que mis huesos se profanan,
se herrumbran en la perpetuidad del esqueleto
si la verdad no alcanza la utilidad de la modestia.
Entonces no hay más oficio que mirar la tierra desde abajo
para evitar la desesperación que trae la memoria en sus pendones.
Hoy me declaro convencido rey de Snaeland.
El mito no ha de quedar inconcluso en la apatía de este tiempo,
sin dejar huella evidente de la anterioridad de mis pasos,
porque sé, que algún fantasma perseguirá eternamente mis sueños.
Lloro quizás, al recordar las viejas desventuras,
y tropiezo, con minuciosa calma
cuando los trastos de mi nueva casa, se interpongan obstinados
en la lentitud de mis torpes pasos:
la oscuridad crece, silenciosa y desordenadamente en mis contornos,
aún así, exijo la dignidad que el vencedor debe al
derrotado.
No hay ceremonia, ni invitados,
No hay pajes, ni sirvientes:
sólo la dignidad del que regresa
hoy, cuando me declaro, finalmente, rey de Snaeland.




MI AMADA Y EL MAR


Amada no mires el mar
las marejadas arrastran despojos de naufragios
cuando las gaviotas se intentan en las altas olas
enceguecidas de tempestad


Amada la tarde aleja el horizonte
el viento se encarama en las jarcias como un rudo espectro
las velas se enredan cangrejas las sirenas bailan en el bar de Antonio
algún barco ulula en altamar
los mástiles blanqueados el mesana el trinquete
la campana suena roma con un sonido apagado triste
el oleaje es el océano espumoso como champagne
recién servido
alcatraces en pie de guerra con las alas desplegadas
Una mujer llora en las rocas
algas de la Polinesia maderas de Madagascar
las nubes naufragan navegan sin rumbo


Amada no mires el mar
recoge tu pelo como si fueran redes cargadas de peces
pájaros acantilados delfines que circundan
toneles de agua fresca barricas
de especies de variada procedencia la neblina
opaca tu abandonada mirada una ráfaga de viento
se nutre salobre de tu piel en la oscuridad
Amada en este barco zarpé confundido una mañana
el equipaje el viaje incierto
las ratas la nave diestramente la evadieron como si nada
en el antebrazo zozobró comido el tatuaje


Amada no mires el mar
deja tu cuerpo penetrar el viento tus labios se humedezcan
torpemente navegando mi costa en tu tempestad
Amada cierra tus ojos claros
bésame las mejillas apriétame el aire con fuerza
no dejes que me duerma
la noche es una temprana calumnia
una oscura epopeya una obscena falsedad
que arrebata deseosa la muerte

 ANNA DE RODOLIVOS



Una fogarada dispersa después de un advenedizo rayo
acaso se rompió entonces la conferida quietud
nos alertó el ojo abierto los sentidos
¿qué se hizo Anna la griega en la costa Macedonia?
los demás la amaron con tardanza
su pudibunda castidad se esparció enardecida entre mis torpes muslos
entre mis escariadas manos
Los distintos usaron sus mañas
sus redes de los más variados tamaños y colores
románticas perversas y acertijos de poca monta.
Ella extrañó al hijo escaso de sus entrañas
hizo visible el castigo como ruin oprobio
porque volvería a dormir en otras sábanas
propicias y lejanas.
Anna de Rodolivos la más anniusha de la annas
la luna sigue en el mismo lugar desde que se acabó el invierno
cayeron umbrosas las nieves en la destruida ventana
y en Katarinabangatan el ouzo quedó servido
en la mesa vacía
en el espacio más oscuro de la noche.

 LA BELLA OTERO


Se nos moría la bella
a pesar de que sólo unas palomas notaban su ausencia
Me deleité durante horas mirándole los culos
a las náyades al bañarse en el río Leteo
porque aunque viejo tenía vuelo de zorzal
y no revoloteo de pichón a la ciénaga primaria
Sólo ansiaba contemplar a la hermosa Carolina en su féretro
porque la amábamos desde siempre en el barrio
aunque que el sultán nos impusiera
recuperar sus alfombras perdidas en el estrecho de Ormuz
- en verdad - habían sido robadas por unos piratas
somalíes a unos gitanos franceses en el Mar Rojo.
La bella estaba ahora vieja y desaliñada en su arca
con las joyas del Zar Nicolás y su retrato de Renoir
Ya sus muslos eran pura ausencia en esas
carnes fláccidas pegadas al hueso.
El silencio nos hacía cómplices en su afonía
Cornelius Vanderbilt decidió aclarar los chismes
a la hora del almuerzo
y puso en duda que el Monje Loco viviera aún en Petrogrado
fascinado con la bella
y que el ánima de Valentino vagara desnuda
por la habitación de la Otero
con guirnaldas colgándoles del
cuello como si fuera una serpiente pitón.

 NON NATUS

Quedó el hijo incompleto en la matriz de la helénica
de ojos glaucos
tenía apenas la forma de un bosquejo elemental de hermosura
en la infausta hora de un amor contrapuesto
desoído al momento de marchar a tientas
a la Macedonia de Alexandros
pero los ajenos, los excluidos de esta historia, el ímpetu de ellos
acabó en la parva mirada desde lejos
o en la nostalgia que hoy profeso siendo viejo.
El vástago sería sólo una excusa ingrata para la despedida
/sin imagen / non natus
Ahora entiendo cuando observo el mar en calma
la tenacidad escrita en tus pupilas intensas
mirando el horizonte
y las palabras entredichas en un lenguaje inconexo
entre latín y griego.
Acaso el oráculo de Delfos hablaba por tu boca
en jerga extraña
y me imponía una mudanza
cuando el hijo fragmentario abandonaba
para siempre
el claustro maternal de mi helénica
de ojos glaucos
para volver sin una traza de mi sangre
a la Macedonia de Alexandros.




SAN PETERSBURGO


He visto a Joseph Brodsky en una esquina del viejo Leningrado
mirando el Neva congelado con ojos mustios
cabizbajo y astroso como si quisiera regresar a su lejana linde
bajo un sol pálido de invierno.
Un grupo de jóvenes pasa a su lado con un radiorreceptor a todo volumen.
Bajo los pies - en movimiento - cruje
la alcantarilla ocluida por un manto de nieve rígida.
Una ráfaga de viento dobla los mástiles de un bergantín oculto
se agita inseguro entre los fragmentos de hielo.
Los estrechos del Báltico oriental están congelados entre las islas
y la niebla turba y opaca la memoria.
Sigue siendo el trashumante que no tiene domicilio.
La chimenea de la casa familiar expide ahora una densa humareda.
¡Sólo el fuego derrite la arrogancia de este invierno!
Las muchachas del bar ríen y levantan sus vasos preñados de anís.
Un joven navegante pierde la calma y vaga ebrio a través de las mesas
se figura a las mozas desnudas como nereidas en medio del bosque.
Un cuarto oscuro me espera esta noche
tal vez tendré unas largas horas de insomnio y pensaré en ti
en tu rubia cabellera
lejos en las tierras adversarias que alguna vez amé con inocencia.
He visto otra vez esta mañana
a Joseph Brodsky en una esquina del viejo Leningrado
melancólico y sucio como si quisiera volver a una frontera distante
bajo un sol pálido de invierno.



PENSANDO EN KANDINSKY Y GABRIELLE MÜNSTER


Mi apodo es llamativo en este barrio de bohemios de Múnich
rodeado de judíos ortodoxos e inmigrantes del Este.
En los mesones del Rialto dos pintores
consumen ginebra con cerveza con unas putas pelirrojas.
La noche es clara en los escondites donde apunta la luna.
¿Qué música escuchaba Kandinsky
estando ebrio en el taller?: ¿Era vodka Moskva o Kubanskaya
el que desataba su locura?
Nina en el Cairo despierta de una pesadilla
sobre un niño solitario que juega en la nieve solitaria.
Vassily anhela los pechos delineados
de Gabrielle en su camastro para su pincel borracho
sus muslos tensos de valkiria delicada.
Ella llora porque Vassily llora en Moscú por ella:
Una damisela vestida de rosa / patos en vuelo/
un retrato de una baronesa.
¡Qué más da¡ ….el piano y el cello están todavía en la misma casa.
Lo pierdo de vista y lo sorprendo
en Neully sur Seine con Paul Klee ( bebiendo un Pernod junto al río ).
Los claroscuros y los grises atrapan a las almas terribles
y Moholy-Nagy inmoviliza sus gestos
/con su cámara virtuosa/ cuando pinta un triángulo
que parece estar quieto.
El pincel esfuma el tiempo y la claridad de los matices
y Vassily es obsesivo porque es un genio melancólico
ante quien Dios calla la boca en la oscuridad total de la noche.




HEMBRAS VAGABUNDAS

Fingían los mirlos con ese silencio repentino
y aún así no disiparon mis dudas
El páramo de Kosmet se alejaba
en los balbuceos que equivocaba la tormenta
con sus aullidos.
Enturbiaban ellas mis ojos
las hembras vagabundas
con sus polvaredas
y los insectos en la aridez de la maleza


Era sensualidad porfiada
ante la luz del alba
por eso atravesé la lejanía con la mirada imitando
a una tempestad de cigarras
hasta que la bruma dejó al fuego tras las alambradas
Mentían los mirlos con esa calma azarosa en Metohija
en la refulgencia que alcanza la mañana
al acercarme a los montes
y los ladridos que siguieron a la ráfaga tras los murallones.



KAVAFIS


El cadáver imperturbable de Kavafis
Todo lapso franquea un umbral desconocido después de todo
es que los póstumos ímpetus se detienen ante mí
y la afonía fragmenta
al apático paseante
como la oscuridad que sobreviene a la brevedad de una luciérnaga.
No me detendré en tal caso amigo
al final de este paseo con el atuendo inadecuado
delante de la noche larga de Alejandría.
Así has quedado pétreo a contraluz y de perfil
en desamor y griego.
Los días tuercen su camino uno tras otro
puesto que hoy imaginas una carta en estas mañanas de diluvio
en calle Lepsius
cuando una garza se lamenta en el estuario del río
y te repliegas entonces en esta calma sin saber porqué lo haces




MUSAS DE LOS BOSQUES


Fastidiaban de inmundicia las musas hago memoria
y sin embargo se encendían en las pasturas
del Kurruleufu.
Monté con una farola a desalojar su fuego
y supe que no serían amantes sin desposorio estipulado
y más que para nos las hembras
se encadenaban con hedonistas y pastores a
custodiar la noche en el desvelo de los dioses.
En mente el equilibrio de la mercancía y su añadidura
en la imaginación la mesura de la formalidad de los objetos.
Paksukainen Linna próximo a un obús conjeturó en tal caso
las componendas vendrían después de la tregua.
Habría puertas cerradas y apóstatas entre los retardados.
así como soplones entre los jubilosos.
El maderamen se erguía para concluir las palizadas
y la ermitaña acabaría fuera en la cascada de Imatra
con el apéndice en sospecha y en su vientre.
Estaba claro
éramos aves rapaces con antojos
en la brevedad del hurto y la llanura
y pese a todo se abalanzó a mi en su vergüenza mi apatía
mis apetencias mis desnoches en las menguas del Kurruleufu
se arruinarían de mugre las diosas al esquivar nuestros acechos.

No hay comentarios: