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miércoles, 7 de abril de 2010

POEMAS DE ROBERTO DÍAZ MUÑOZ (CUBA)




COMIENZO


Como un hombre cansado
se levanta este día
y pálido se apoya en la ventana
debajo de la cual, tendido, espero.

Sobre mi corazón
su mano limpia
agita el aire. Una florida rama
que de la sombra emerge
al borde del sendero cabecea.


Hacia mi ardida piel
emite el agua
su aliento de frescura.


¿Es ésta la señal
de que yo soy amado?


Una mujer me observa
despertar en la luz
como quien de ella nace.




CICLO


Para Dolores Escardó


¿Qué hacer con estos nombres
que cuelgan de la lengua
crujiendo, desgajándose
como maderos viejos?


(el silencio es un niño
dormido a gritos)


Ellos son las voces
de las antiguas inhibiciones
tropezando
con marejadas de palabras
y ajenos ademanes.


(los besos dados yacen
cubriéndose de polvo)


En un rincón, inadvertido,
acecha lo que resta del poema
preguntando muy dulcemente
a todos los que pasan
la seña dada, el nombre
de la anunciada criatura.


(las manos que volvieron del adiós
lo inoculan de espanto)


Entonces queda erguida,
como un poste,
la seña de mi cuerpo
sin reposo, buscando
la corza prometida,
la bestia milagrosa
que se arrastra en el sueño.


(la noche pesa mucho
sobre el pequeño fuego)




LA CURA DEL SIAMÉS


Yo siempre digo que voy a pasar
pero siempre me detengo justo ante esta puerta.
Como si no supiera que tú estás del otro lado,
amando, habitando la noche
ésta en que me sobresalto como un ladrón
asustado de pronto por el ruido que haces
al correr el silencio, cuando te quedas sola
y ya no tienes que fingir
y estás desnuda.
Así que me regreso, corrido yo también,
a la hora en que todos acuden al trabajo
y tú sonríes en medio del sueño
con que sueñas exactamente lo que hago
fumando solitario bajo la noche oscura
con la puerta cerrada por las ganas
que tengo de salir
contra el tiempo a buscarme
en el recodo en que seguramente
quedé dormido y aún estoy
con la cabeza puesta en cualquier piedra
ignorando que aguardas
unas pocas semanas adelante
sin comprender nada, pensando
sabe dios cuántas cosas
de la mitad que ha llegado
cojeando a la ventana.




HOMBRE SOLO


De la ventana cae la noche hecha pedazos,
su párpado cerrado, cada vez que regreso.
Si una mujer dormía en esa cama
la noche era una puerta inviolable
donde acababa el mundo
y había una pequeña luz en la mesita
que tenía los bordes quemados de cigarros.


Cuando había una mujer dormida allí, junto a la noche,
notaba el cambio enseguida y ya no hacía ruido
para que despertara por mi peso en la cama
y pensaba un momento lo amargo que resulta
dormir solo, para un hombre tan solo.


A veces no se podía dormir de tanto sudor.
La mujer era una brasa yacente a mi lado,
quemante y viva, con esa luz particular
que tienen algunas mujeres cuando duermen.
(Aún no comprendía ciertas cosas
porque mi cuerpo me quedaba holgado).


Una vez encontré a una mujer dormida en esa cama
y tuve que sentirla por el olor
a mujer y por la noche oscura.


Por la mañana fue a trabajar un hombre
más viejo, con las manos gastadas
por aquella mujer que dormía
y que se marchó defraudada, con el sol.


Con las sombras regresa el mismo hombre,
como un idiota, preguntándose
de qué color será esta vez la noche
que se va a descolgar de la ventana.




NARA


Vivías en un pueblo a la orilla del mar
tus días de estrenada maestra
que se empeñó en dar vida
a niños de la zona
en cuyo rostro estaba escrito
un destino de muerte.


Como una simple flor ibas a deshojarte
camino de la escuela
en aquel aire de feroz salitre
que imprimía su pátina en el sol
sobre el verde sumiso de los cañaverales.


Todavía, una vez, parpadearon los muertos
en su noche de tierra
y todavía oímos sus quejidos metálicos
en el saludo de los transeúntes.


Tú estabas junto al mar
y en ese instante
me contempló la cara que tuviste de niña.


Y, sin embargo, es todo.


Detrás quedan las tumbas palpitando.
El ingenio aún despide su alarido de ave
y sólo el mar, sólo su cuerpo claro
es ajeno a este duelo
de la memoria donde tu mirada
es el germen ya absurdo,
ya podrido,
de otra vida posible.




SAMBA DE SEPTIEMBRE


Regresaré, Marcela, a los días oscuros
en que busqué tu rostro
en las fotografías de los asesinados,
tu nombre en las macabras listas.


Cómo dar al olvido, incluso en ese instante,
que en Santiago hubo fiesta
ni la imagen del cerro
en cuyos senderitos de enamorados,
al amanecer,
transitaba la niebla como una persona.


Un cubano en la feria de la independencia
era como un milagro
posible en el paréntesis de la sangre y el tiempo.


Cantabas suavemente junto a jarras de chicha
mientras, cerca de allí,
los soldados aterraban a todos con su paso de ganso.


Qué verdadero, sin embargo,
tu amor de mujer india,
tu samba luminosa en el aire tranquilo
sobre el dulce rasgueo de las cuerdas.


Guitarras y botas militares
sonaban en la tarde
mezcladas en la ingenua borrachera del pueblo.


Para entonces la muerte
era un hecho tangible
sólo en las predicciones de los pesimistas
y en mí la extraña angustia
del que ríe y conversa entre condenados,
del que canta en un coro de muertos.


Ahora estoy frente al mar y una mujer me observa.
Tu rostro no aparece. Al sur suena la noche
como una samba triste.




CREACIÓN


para Lucía Sardiñas


La luz del sol despliega
su ancha tela
y avanza
suavemente hacia el mar.


Desde la piedra
un niño
contempla el agua clara,
viva a esta hora,
y ve saltar la espuma
en el sitio en que un pájaro se mueve.


Y sólo esa gaviota está sobre el estero
y sólo la ve el niño mientras juega
y sólo en su mirada está volando.


El niño existe allí,
en el fondo asequible,
con los ojos cerrados.


Pero el viento,
que estaba en equilibrio,
se detiene y se duerme
sobre la rama.



LA VENTANA


Cuando estamos así basta un silencio
nocturno al borde de los labios,


basta un silencio así como el que digo
para que no se escape la tristeza.


Cuando estamos así basta cerrar los ojos,
basta una sombra así,
espesa y fría,
para no ver las caras que tenemos.




LA VUELTA A CASA


Ahora que el viento
tibio de la mañana
marcha, como un amigo,
a mis espaldas;
ahora que he escuchado
el quejido del canto de un ave solitaria
cuyos dulces impulsos
se pierden veloces en la espesura
que se inclina sobre este mar
sin término asequible,
he metido mi mano, como un cuenco,
en el agua caliente todavía
del ardiente contacto que ahora recomienza
y recordé tu nombre.


Como el eco del ruido de una piedra
hace tiempo lanzada en el abismo de mi memoria
escuché de nuevo tu nombre:
una nota insistente desde la escueta rama.
Y tuve miedo de tanta soledad.


Han llegado a esta playa
las olas en silencio,
como visitas apesadumbradas
y mientras en el cielo el día se establece,
un niño que miraba la salida del sol,
asustado, de pronto, por la inmensidad del universo
que le fue revelada,
regresa al calor familiar
de su casa imposible.



LOS VIAJES


para Lily




Un día se concluye un asunto importante,
un poco se camina,
se apartan los sueños con la mano
y se recuerda un poco
pero se olvida mucho más
y no hay problema.


Como que el viento sopla en popa
hay que ver cómo vamos, orgullosos,
mirando siempre al frente sin atender a nada
(los ojos ven de lejos
y le adivinan una silueta amable al horizonte).


Un día se concluye ese asunto importante,
se anda un poco
pero se advierten pérdidas sensibles.
Digamos, una pierna,
un órgano vital que falla imperceptiblemente,
los juegos de la infancia,
la risa que saltaba como el payaso de la caja
y el amor,
eso que era tan fácil haber resuelto
de una manera más favorable para uno.


Entonces nos volvemos
y el tiempo, a todo trapo, da en el rostro,
nos cruje el maderamen
y hay que tomar el rumbo nuevamente
con un poco de miedo.


He aquí que no se puede regresar por nada
y hay que seguir andando, con cautela,
que el tiempo sopla cada vez más fuerte
y en el menor descuido nos derriba.




LA VUELTA A CASA


Ahora que el viento
tibio de la mañana
marcha, como un amigo,
a mis espaldas;
ahora que he escuchado
el quejido del canto de un ave solitaria
cuyos dulces impulsos
se pierden veloces en la espesura
que se inclina sobre este mar
sin término asequible,
he metido mi mano, como un cuenco,
en el agua caliente todavía
del ardiente contacto que ahora recomienza
y recordé tu nombre.


Como el eco del ruido de una piedra
hace tiempo lanzada en el abismo de mi memoria
escuché de nuevo tu nombre:
una nota insistente desde la escueta rama.
Y tuve miedo de tanta soledad.


Han llegado a esta playa
las olas en silencio,
como visitas apesadumbradas
y mientras en el cielo el día se establece,
un niño que miraba la salida del sol,
asustado, de pronto, por la inmensidad del universo
que le fue revelada,
regresa al calor familiar
de su casa imposible.




BAJO EL CANTO DEL RÍO


Un sueño, su agua fresca
te envuelve suavemente.
El tiempo de la noche
deja en tu oído su rumor profundo,
una música dulce de violín
sobre el que pasa, arco interminable,
la línea recta de las horas.


Alto, en el cielo,
como arañas negras
espían las antenas
y en un punto distante
está solo el quejido de la muchacha torturada
cuando su cuerpo siente el peso de la sombra
y dos soles irradian debajo de sus párpados.


Muy cerca de esos muros
un soldado defiende su parcela de miedo.


¿Qué será, finalmente,
del pequeño poema
que acecha, triste, en su fugaz instante
si los ojos cruzaran
con despreocupación
sobre sus angustiados ademanes?


Apartando de un golpe
los meditados gestos cotidianos
alguien revela el rostro verdadero
que enseguida se apaga
como un recuerdo que no se concreta.


Un día partirá quien ha vivido,
quien conoció el sabor a tierra podrida
de los besos
dados entre el cansancio y la penumbra,
a buscar los soleados lugares
que dan sentido a la memoria.


Pero el amor nos mira
con sus ojos de niño perdido
que duda y se alegra
de habernos por fin encontrado.


Olvido y sueño,
aguas de soterrado empuje
para el diario combate de la muerte
en la bella mujer que a un tacto de dulzura
se va desvaneciendo y se concentra,
en la misma miseria cuyo cendal ondeante
avisa en las más altas ciudades
su estallido de epidemia que se propaga
a dentelladas en la multitud
cuando es una la belleza de la sangre
que se arrastra en busca de hondonadas
en qué arder libremente
y la belleza de un paisaje con sol
que cautiva y hace partidarios
aún entre los más desesperados.


Un sueño, como un río,
te conduce.


Que en su fondo de niebla
no te aguarde la angustia

martes, 6 de abril de 2010

POEMAS DE EDUARDO ESPINA (URUGUAY)




MONÓLOGO DE DA VINCI ANTE LO MÁS CONOCIDO QUE PINTÓ

El beneficio de efigie no lo era
(ni detrás de las madréporas el
estruendo en su otero otra vez)
y tú, estados de ti por la tundra,
a traer sargazos con quien goza
(casi como del cielo saliéndote)
en esa la vez cuando un botón
si tocan la verdad y por boreal
hasta el último abeto que la ve.
En el tiempo detenido delante
la carnada daba al alma como
ejemplo, el silencio salva a la
sabiduría y deja de preguntar.
Mientras llueve en el jardín de
los rivales, la albahaca bañada
por la soledad de los símbolos
aguarda alegres ratos de estos,
el dividendo que vino primero.
A merced de la senda el deseo
más entre las mustias retamas
y yo ya uno en las horas tuyas
llamando a la luz un hallazgo.
(Los que estuvieron hablan de
la promesa de serlo y según la
ganancia, el higo fiel y al final:
la res que agradecida regresara)
Manera sería de filtrar las dotes,
de dar portento a los esparcidos.
Y en blando cetro con la madre
a emprender: sea trébol extraño
rastreando la respiración de los
muertos que aún no empezaron.
Todo eso que el sueño conocía:
la cuadratura de una taza de té,
el árbol de la índole, la orla de
largo pegamen, cuando sólo la
soledad cambiaba de posición.
En mitad del centro su ántropo
la hacía apariencia en persona:
algo la cuida, una historia, una
inercia incierta de saber que sí.
Lo que quedaba para un habla
era aquella llaga fría de follaje
llenando la noción de la lluvia,
el nacimiento de los samuráis.
Pero la osa de satén al saberse
abotonada, en víspera todavía.
Toca por ver si Bizancio vino
a dar vuelta como el venteveo.
Ella para el resto del estambre
obra con la causa en desorden.
Aja el origen lo propio de las
cosas calmas, la belleza en la
cara contraria no se atraviesa.
(Y yo, para traerte cerca de ti.)
Eran de la aridez las limosnas,
la certeza de saquear un costo.
Preciosa filantropía: el cuerpo
da sombra y el suyo, Da Vinci.
En el siglo de los albaricoques,
un alud de óleos y lejanos ojos
que daban vuelta y dejaban ver.
Con ellos, el llanto a otro loto,
la carga, un caracol, cosas allí.
La espuma puesta en el puma,
ámbito que ninguno deshabita,
lapsos de seda como si dijeran
y en el lado de quien anhela lo
elemental, mejor definición de
Narciso: la nada en ti entonada.
A otra entonces con la sed y el
palo amplio aplicado al perdón.
Cumple el plan con lo espiable;
nadie por el hado entre adornos
entrega al braguero lo que sabrá,
agua dejada entre tantos agüeros.
A esa hora, el merecimiento y la
mitad, las zonas al azar soñando.
Toda ansia a saciar, y ya escrita
la cripta que por enero te venera.
Queda la edad, el entendimiento:
el sol en el brillo es lo más veloz,
la Luz se detiene entre nosotros.



RAZÓN DE TODAS LAS COSAS

De tal manera imaginaria, las cosas sucedían
para que todo fuera donosura en lo desusado:
la racha entrometida del dedo en el deshabillé,
la sevicia por la blusa azul al soltarla basta el
desacato de desabotonar de las polainas a las
bragas en remedo de ilusiones todo lo demás,
y así el pulso, la unción en marcha él y el final.
Aposento de nombre en la pradera soleosa y
mudo a moverse a dar desvelo de júbilo pero
igual, no. Nadie en la piel más de la cuenta.
En la ducha los afeites hermosean el enredo
y regresa el agua a la noche donde se bañan.
El amor es la única imposibilidad necesaria.



MOMIAS
(Morir entre comillas)

En la invisible inmensidad
del tiempo y de todo les toca
el calor de cada cromosoma,
la cuna que trajo cuanto quiso.
Saben de más venganzas, del
cielo que ha sido demasiado.
(Quietas, calladas como ellas:
es el silencio lo que confiesan)
Dentro de la inmensa morada,
lo mismo la lamia que la hurí.
Ah la unión de los nacimientos,
blancura de holgados brocados,
seda somnolienta para librarlas.
Cabe la verdad que las venda.
Fijeza ni velocidad se les vio
cuando a solas por la cripta,
la piel o algo peor añorando.
La nada que nunca llegaba.
(Quedaron envueltas
para que la muerte
no las hiriera)



EL TIEMPO EN LO QUE LLEGA MAÑANA
(Con Ludwig Zeller en Oaxaca)

El rumor a helar los rabos a lo largo
del lugar, ánimas de mutua cantidad
anteriores a cada huella que tendría,
(la vida tan dentro, la visión sabida)
cuando más que deseos para sí decía
en desaire de cielo la solución de los
abisinios por la cripta del ojo a dejar
además del modo resplandeciente de
la anguila hacia la isla del comienzo:
todo dividido en la gradiva por durar.
Pero en tal atalaya donde los tullidos
huían inquietados a quitar su cadena
de cadmios amenazados por osadías,
se iban olvidando del alba varada a
un costado, de casi hadas en la edad
airada del error que a lo hermoso de
muy cerca y a lo bello también veía.
El fin a encontrarse con el principio,
la sorpresa con el ciprés en presente:
en la manera del ocioso no amanece
y la velocidad recorre algo recíproco.


LO MEJOR DE MAGALLANES
(Un poema estrecho)

Las crónicas dan cuenta,
astrolabios y silabarios,
cifras para no tener frío si
todo fuera como el fulgor.
La era manchada de arena.
En el hueco de la lágrima,
la balsa de un semblante o
vio el mar menos que esto.
Salvaban los ojos al alma:
la jauría de los pajarracos
pasando el azar a su ángel
lograba lo que otra vez la
belleza dejó que hallaran,
el loro sin resolver el lirio
y luego un lirón en lo que
haría al mundo disminuir.
Palabras como charque y
chinchulín, ñandú dudoso
por aquí y allí lo que tirita,
bicho, carpincho, piripicho.
Palabras que han parecido,
sitio, cenzontle, soluciones.
Va cansado a conseguirlas.
Día para quedarse en Leda.
Oh lo inusual del universo
a babor del contemplante:
había llegado tan lejos,
que al mirar para atrás
vio el horizonte
un día después.

POEMAS DE TOMÁS HARRIS (CHILE)



ZONAS DE PELIGRO


Así como largas y angostas fajas de barro
Así como largas y angostas fajas de noche
Así como largas y angostas fajas de musgo rojo
bajo la piel


Las zonas de peligro son ininteligibles. O las
prefigura un rojo disco de metal,
símbolo de un sol mohoso al fondo de una calle desmembrada
meado por los perros.


Las zonas de peligro son inevitables; te rodean
el cuerpo en silencio,
en silencio te lamen la oreja,
en secreto te revuelven el ojo,
sin el menor ruido te besan el culo
y los escasos letreros de neón ocultan su única identidad:
CAMPOS DE EXTREMINIO.




OROMPELLO I


Un disco pare es un ojo; una sangrienta córnea de latón.
Orompello es un puro símbolo echado sobre la ciudad.
Y las putas no tienen la culpa. Sólo cumplían con su deber.
El otro día nomás esperaba micro en la esquina del
baldío y oí una voz que me decía: “Ven y mira”.
Miré, y no había más que un caballo amarillo al tranco
por sobre la calle adoquinada.
Y un espejismo las putas vestidas de ropas blancas,
y un espejismo los eriazos floreciendo.
Repito, mientras esperaba micro en la esquina del baldío.
No me van a venir ahora con que Orompello es un puro símbolo
echado sobre la ciudad
y la casas siete casas con puertas de oro
y las putas siete putas vestidas con ropas blancas.




MAR DE LOS PECES ROJOS


Me pararon al frente, me dijeron
Habla
Y hablé.
Me pararon al frente, me dijeron
Desnúdate
Y me desnudé.
Me pararon al frente, me dijeron
Órnate
Y me incrusté oropel, pedrerías,
Oro falso
En el cuero.
(Aplausos)
No sufrí apremios físicos, debo decirlo,
Pero me rodeaba la muerte.
La noche, esa noche, era primordial.
Había calles angostas,
Pasos, gritos,
Cuerpos.
Los puntos cardinales estaban perdidos.
Yo estaba perdido, en un sueño, en una película.
La noche en Rumble Fisch.
El mundo era un círculo en blanco y negro
Despoblado por fantasmas
Habitado por dos peces rojos
Devorando s reflejo
a falta de víctima.
Todo esto era circular y referido por la muerte;
El mundo era circular, en blanco y negro, habitado
Por dos peces rojos devorando su reflejo.
Todo transcurría en el teatro o en el cine.
Todo transcurría en la calle o en un sueño.
Los puntos cardinales se habían perdido
Y el vértigo de la velocidad entraba por los ojos,
Por los poros,
Yo estaba poseído por efectos especiales.
La ciudad era un mar en penumbras,
Blanco y negro,
Dos peces rojos.
Devoraban sus reflejos.
Yo era un pez, Almirante, y la muerte
Otro pez.



MAR DEL DOLORIDO SENTIR


Me cosieron la boca y los ojos
Me inocularon coca cola en las venas
Todo transcurre en una película mexicana
What is your name me preguntó alguien
Desde alguna parte
Ahora ya no puedo seguir hablando por todos
Ustedes se esfumaron tras ese halo de luz
Los demás desaparecieron en ceniza
Se obliteraron en humo o lluvia de la ciudad
A mí me arrastraron por un pasillo angosto y húmedo
Como vientre
Rojo
(la intensidad del color filtraba la venda)
olía a pierna humana
como en el corredor de Maldoror
¿sugar mister? Me preguntan ocultos
por la radio tocaban un corrido
perros ladraban
la música se me emplasta por los oídos
por ahí puedo sentir bien
por acá no
el corrido comienza a arderme en los oídos
los hombres sacan pistolas
a mí me trataron como a todo prisionero de guerra
olvidando los tratados y la piedad
el pasillo se adensaba hasta el mismo color del miedo
ahora el espacio y las sensaciones eran intensidad pura
energía pura
mi cuerpo se confundía con el pasillo y mi pensamiento con mi
cuerpo
un perro negro metía y sacaba la lengua
muy rosada
la sangre me chispeaba en las venas
(me habían inoculado coca cola)
el pasillo se hacía verde azul dorado tras la venda
todo iba siendo brillo y color y ardor
I HAVE THE POWER
pensé entonces,
y desembocamos, como si fuera un coito, desembocamos:
aparecí en la calle Pedro León Gallo; había baldíos,
por todas partes, hierros viejos, raíles, huellas,
niños en desnutrición:
a la izquierda de mi cuerpo, de mi dolorido sentir,
había un túnel, rojo,
gruta vulva socavón o cueva,
las nubes descendían al nivel de mi cara,
un perro negro metía y sacaba la lengua,
amanecía en Concepción.

(De Cipango, 1992)



LOS SENTIDOS DE LA ÉPICA


Me he propuesto la difícil empresa
De enamorar por el resto de su vida a una sola mujer:
Como esos hombres de barbas rojas que perseguían
Por el resto de su vida la inconmensurable distancia,
Y la teñían de mar,
De cielos explotando,
De crepúsculos bordeando con la Nada y,
Al final,
Regresaban al punto de partida y el único
Sabor en sus bocas, además de la adorable sal,
Era la amargura de la certeza de que la tierra
Era una redonda y húmeda esfera:


Pero yo me he propuesto la difícil empresa de
Enamorar por el esto de su vida a una sola mujer:
Tengo muchos aspectos en mi contra:
Los primeros, los más comunes
El transcurso del tiempo, la decrepitud, el cansancio
De la mente y la sinopsis del gusano:
(El temblor de mis manos sobre su cuerpo sólo la
estremece)
El segundo, puede ser la vaga impresión
De desaliento al ver marchitarse las flores amarillas
Que tras un viaje por un océano de cipreses grises
Una vez le regalé:
También está la oscura tentación de descerrajar
Los cajones con llave que todos guardamos
En un recóndito ámbito: esos cajones con llave
Que tanto bien hacen al amor por su tranquilo misterio,
Que invariablemente compartimos, en silencio,
En la noche de insomnios y e la noche de sueños:
También está el deseo de partir nuevamente,
Que es consubstancial
a todo navegante
y yo soy un navegante:
También están mis manías, mis celos y mis insomnios,
Y ese gran amor a mí mismo que nunca me deja,
Ese atroz enemigo que gruñe, roe, escalda y se
Ríe a mis espaldas de mis muecas:
Ese atroz enemigo me recuerda en las noches,
Cuando subo a su cuerpo
El poema de Malcom de Chazal:


Cuídame de amarme demasiado
Volverías a ti mismo.
El amor es redondo.


Además está Ella Misma, como el mar tan
Amado por los navegantes, ese mar que en sus mareas
Lo podemos arribar, costa, o morir en él, altamar;
Pero también tengo algunas cosas a mi favor:
No sé si las menos o las más:
Fuera de las rosas amarillas y marchitas,
Mis insomnios, la compulsión de la partida,
Mis manías, el que sea un navegante, todo eso que ella
Ya adora y ama:
La certeza de que la única manera de enamorar
Por el resto de su vida
A una sola mujer
Es amando a una solo a mujer.


Eso, además de las rosas amarillas y marchitas,
De mis insomnios y la compulsión por la partida,
Dado que soy un navegante,
Y mis manos temblorosas y mis manías,
Y mi cojera,
Y la tentación de descerrajar sus cajones con lave
Y mis propios cajones con llave.


Pero también tengo a mi favor
El hecho de que cocino delicioso y que cuando la amo
La persigo por inconmensurables distancias y la tiño de
Mares y cielos explotando
De crepúsculos bordeando con la Nada, y,
Al final,
Regresamos al punto de partida
Y ahí el único sabor en i boca
Es la adorable sal de su boca:
Y sé que sí, que si regreso a mí mismo,
Que si el amor es redondo,
Al final de esta húmeda e inconmensurable esfera,
me aguarda ella, la mujer que me he propuesto amar
por el resto
de
mi
vida.


(De Crónicas Maravillosas, 1996)


PARTO




La boca de lobo me escupió
a una barriada postmedieval como un suspiro de monja sangrienta.
Así fue mi parto, así mi azul expulsión de la culpa.
Ahora que soy Lobo, puedo aullarlo al viento,
pues me han inculcado una Fe leprosa.


Sólo una Fe leprosa puede emanar de un bautismo dual,
de simientes pretéritas, en pleno Pleistoceno Postmedieval.
Y la placenta de la boca pineal de la loba que me malparió.
Mi parto en los yermos de la peste.
En la desolación sin, de su reyno de adormideras negras.


Empapado y aun fetal, Lobo se escabulle entre los yermos tristes
de tanto poder acumulado,
sólo queda entre las briznas la placenta delatora.
La loba madre debe comérsela antes de la llegada de los cazadores virtuales.
De los cazadores de brujas cibernéticas,
de los cazadores de réprobos, de los cazadores de lobas holográficas.
Pero si la loba madre no puede volver la placenta a su matriz aterida,
la placenta deberá hacer el trabajo sucio.


Y entonces será una placenta dentada, voraz,
una placenta hambrienta, deslizándose por los páramos
arrasados por las guerras intestinas, esa nueva economía del neo-feudo,
una placenta viscosa, porosa, espejeando el cielo,
una placenta hinchándose bajo el reflejo de Castor y Pólux,
una placenta arrasándolo todo a su paso, abriéndole camino al lobezno,
por la felpa agusanada y azul de la luna cómplice.



LA FE




Fuera de la boca de lobo, la Fe es lepra de sangre azul.
Fuera de la boca de lobo, la Fe es una estrella destripada.
Fuera de la Boca de lobo, la Fe es un cardenal orinando desde el cielo.
Fuera de la boca de lobo, la Fe es los pinchos y el garrote.
Fuera de la boca de Lobo, la Fe es tierra sin labrar, promontorios.
Fuera de la boca de lobo, la Fe es un desafinado canto gregoriano.
Fuera de la boca de lobo, la Fe es una pulga, una mosca, un ratón.
La pulga sangra a la Fe.
La mosca caga y fornica con la Fe.
El ratón corroe los huesos mondos de la fe.
Fuera de la boca de Lobo, la Fe es tormento y apostasía.
Fuera de la boca de lobo, la Fe es casulla y cuchillo.
Fuera de la boca de Lobo, la Fe es un poeta desollado, chorreante.
Fuera de la boca de lobo, de la Fe es culo de hermafrodita mancillado
por libertinos navegantes del ciberespacio.
Fuera de la boca de lobo, la Fe es un sacramento de fango,
hozado por piaras caníbales.
Fuera de la boca de Lobo, la Fe es silencio, silencio, silencio de Dios.
Fuera de la boca de lobo, la Fe es un asesino infeliz.
Fuera de la boca de lobo, la Fe es un santo con antifaz rosa.
Fuera de la boca de lobo, la Fe es NO.
Fuera de la boca de lobo, la Fe es la Esfinge, Calígula, Fitzcarraldo.
Fuera de la boca de lobo, la Fe es NO.
Fuera de la boca de Lobo la Fe es ¿Padre, por qué renunciaste a mí
renunciando a ti mismo?
Fuera de la boca de lobo, la Fe.
Fuera de la boca de lobo.
Fuera de la boca.
La Fe.
De la boca para fuera.



LOBO TAL COLERIDGE




¿Y si Lobo atravesara el bosque en sueños y el bosque en sueños fuera el Paraíso, en sueños, y le entregaran una muchacha desnuda, sólo para sus colmillos que en el sueño serían de un marfil precioso, y al despertar la muchacha desnuda estuviera junto a lobo, desgarrada y sangrante, en lo más recóndito de su gruta?


La muchacha desnuda sería una flor.


La muchacha desgarrada sería la prueba de que el Paraíso visitado por un lobo se tornaría en Infierno.


La muchacha desgarrada y sangrante sería un arquetipo del Mal.
La muchacha desgarrada y sangrante sería un arquetipo del Deseo
La muchacha desgarrada y sangrante sería un arquetipo de la Muerte.


Simplemente, vendrían los cazadores.





QUE WILLIAM BLAKE NO SE LEVANTE DE SU TUMBA




I


He orado para que William Blake no se levante de su tumba.
He oído noticias, de boca en boca, de trueno en trueno,
las noches de este crudo invierno, acá en Ciudad Gótica.
Todas dicen que William Blake se levantará de su tumba.
Qué haría William Blake fuera de la tumba.
Dicen que los años de muerte borran las huellas del lenguaje.
Cómo no, si los gusanos han corroído el cerebro
que alojaba las palabras y sus visiones.
No todo hombre es capaz de aguzar sus visones hasta producirlas
en un estado que podríamos llamar iluminaciones negras.
No, que William Blake no se levante de su tumba,
como se anda corriendo la voz.
Qué sería de Ciudad Gótica con esa sombra atroz arrastrándose
por los muros?
Yo tengo mujer, o una loba, no importa, que cuidar,
por eso no quiero que un tipo capaz de matar a un inocente
con tal de no apagar sus deseos se levante de su tumba.
Poseo una hermosa gruta ornada de estalagmitas
y estalactitas fluorescentes,
un jardín donde deslumbran los fuegos fatuos.
¿Cómo permitir entonces que ocurra este rumor,
este demasiado rumor, que William Blake se levantará
de la tumba al séptimo día del séptimo mes del séptimo siglo?:
Anatema sea.
Anatema sea:
The cut worm forgives the pow.




II


Emerge con el tórax en llamas, William Blake de su tumba,
de lápida en lápida,
de tiniebla en tiniebla,
muerto de lejana muerte y redivivo de imposible hálito,
mareado por el Leteo agitado esta noche de vientos tan fuera
de estación,
William Blake con ese aire de un Whitman embrujado,
envés del viejo de yerbajos y hojas y sexo,
este es un cadáver que va perdiendo poco a poco su putrefacción,
puede ser un dios a pesar de ser él, William Blake,
ya lo ha purgado todo en su poesía,
ya ha lavado todo las supuraciones de la muerte en sus proverbios,
ya ha hecho proverbial el Bien y el Mal en sus apotegmas,
y, para bien o para mal, los ha pulido, y ahora son espejos.
Así, camina nada más, el viejo William Blake recién
levantado de su tumba y se encuentra en las medianías
del cementerio con el lobo;
Te has levantado de tu tumba, le dice el lobo.
“Corrían rumores” dice William Blake.
“¿Para qué tanto enigma?”, pregunta el lobo.
“Dicen las voces que la poesía cambiará el mundo.
Que por fin adviene la verdadera Revolución, la de la poesía”,
musita, un tanto incrédulo William Blake.
¿Y eso era todo?, pregunta el lobo.
¿Y la plaga el crimen el incesto la ablación del Deseo?
pregunta el lobo.
“Oí lo que oí” responde William Blake.
Y la carcajada del lobo es tan brutal que devuelve
a William Blake a su tumba.
Y el lobo queda solo en la medianías del cementerio,
en Ciudad Gótica, y aúlla y trota entre las lápidas,
y piensa:
¿Por qué no se levantará mejor Marx de la tumba?




(De Lobo, 2007)






FENOMENOLOGÍA DEL VILLANO DE ESTOS POEMAS




Tengo sexo.
Todos los crepúsculos los ofrendo al sexo.
Mi mente es un cenicero de boîte manchado de sexo.
De cenizas amargas de sexo.
Copulo con lo que me ponen por delante.
Lo que venga de los Reinos que configuran el Cosmos:
Animal, Vegetal, Mineral, Onírico, Barro o Sal.
Tengo tanto sexo: por las calles del puerto, en las ruinas
de Palacio, en las ciénagas con las salamandras,
sexo, en los museos de mis dominios, sexo,
bajo los Caspar David Friedrich, los Giger, los Goya
y sus brujas untadas y todos los cabrones de la Landa.
Me revuelco y hozo en las brumas ocres
como el viajero en el mar de nieblas,
y los cuerpos y las rocas mutan en niebla sobre mi cuerpo.
Tengo demasiado sexo. Uf!
Por delante, por detrás, cunnilingus o
por las rendijas de la mente.
Mi glande es una Gigante Roja.
Y fumo mucho, tanto, y bebo alcohol y canto cuando
fornico sobre el dosel de nieblas de Caspar David Friedrich.
Y bebo, chupo como cochero cósmico,
como el auriga de Alfa Centauro,
el más curagüilla de todos los dioses,
y me inflo como un Zeppelín, Led Zeppelin y vuelo
Escalera al Cielo y busco al mejor de mis marranitos,
macerado en sangre,
y le paso la lengua y lo destapo
como un odre para que me inunde su sangre púrpura.
Me ducho con su sangre púrpura
y abro la boca bajo esa ducha orgánica y tibia,
y tengo la lengua pesada de sangre,
y todo mi corazón es una boca llena de sangre,
no, unas fauces acechando
en los altares de Caspar David Friedrich,
unas fauces llena de colmillos rojos de sangre y muescas
de los que he bebido, cerditos o marranitas,
me da lo mismo, porque también mamo como condenado.
Le chupo las tetas a la muerte. Uf! Glup! Dan tiritones.



(De Las dunas del deseo. Inédito)